El rey Fernando VII era poseedor de un ejemplar de pene hipertrófico de tal calibre, que le causaba problemas a la hora de cumplir con el débito conyugal; hasta el punto de que, para hacer menos penosa la penetración, se veía forzado a insertar en su base un ceñidor en forma de cojín de tres o cuatro centímetros de espesor, con un agujero central, como una rosquilla. Aun así, causaba dispareunia a sus esposas. La pobrecita María Josefa de Sajonia, con quince años, se lo hizo en la cama en su espantosa noche de bodas y el rey tuvo que recurrir al Papa para que obligara a su esposa a dejarse hacer. Lo mismo que Fernando VII, algunas tribus ponen trabas físicas a la penetración total –como el uso de anillos especiales o lazos trenzados en la base del pene, o, simplemente, los puños de las mujeres apoyados en su hueso púbico– para evitar las posibles molestias de la penetración profunda y permitir otras sensaciones periféricas.
by PI
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