En realidad no es más que un mini-submarino no tripulado; un dron del mar diseñado para tiempos de paz, y que he llamado Serviola-SB. Mide unos seis metros de eslora por dos de manga y en la parte delantera tiene los instrumentos de control y dirección: radio, GPS, radar, ordenador, cámara de televisión y visores de rayos infrarrojos que le permiten ver incluso de noche. En la parte baja del cuerpo central se alojan modernas baterías recargables de iones de litio y depósitos de aire comprimido, y en la parte trasera van instalados motores, hélices y timones de profundidad.
En la actualidad algunos vehículos eléctricos superan los 200 kilómetros por hora con una autonomía cercana a los 300 y por lo tanto, utilizando baterías semejantes, un Serviola-SB está en condiciones de llegar con mayor rapidez y eficacia que una nave de superficie a cualquier punto en que se haya producido un naufragio. En el momento de recibir las coordenadas, su ordenador le indica el itinerario y va corrigiendo el rumbo en caso de derivas provocadas por las corrientes. Todos los elementos de la nave submarina están disponibles en el mercado y por lo tanto lo único que se debe hacer es unirlos.
Si el ser humano es capaz de enviar una nave espacial a Marte manejando a distancia sus brazos articulados, con mayor razón debe ser capaz de enviar una nave submarina a un punto del océano. Y, una vez allí, ordenar que su parte superior expulse una gran lancha neumática inflable provista de luces, agua, alimentos y material de primeros auxilios. Cuando los náufragos estén a bordo, el Serviola-SB la remolcará a lugar seguro.
Aquellos aparatos que estén destinados a navegar a una profundidad inferior a 30 metros pueden fabricarse con un doble casco de fibra de vidrio que deje entre ellos una capa de aire, lo cual mejora su flotabilidad y rapidez. Los de mayor profundidad deben fabricarse de acero.
Con varios Serviolas-SB patrullando por zonas de denso tráfico marítimo se evitarían accidentes con cetáceos y se detectaría a traficantes de drogas, contrabandistas, barcos de pesca ilegales, piratas y hasta a expoliadores del patrimonio arqueológico submarino.
Sustituirían con mayor eficacia a las lanchas salvavidas de los barcos, que tantos problemas suelen dar para arriarlas. Bastaría con soltarlas puesto que caerían a plomo y se hundirían unos metros pero de inmediato su ordenador las devolvería a superficie. Se puede lanzar desde un avión a poca altura para reconocer de cerca los restos de un naufragio o el rastro de un aparato caído, como el desaparecido vuelo de las líneas aéreas de Malasia.
by PI
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