San Sebastián
(¿? €)
Procedente asimismo de Manila, el galeón San Sebastián se hundió el 7 de enero de 1583, tras chocar contra un arrecife en el Estrecho de Magallanes, Chile. Los trabajos de exploración llevados a cabo hasta ahora han logrado dar con el paradero de la nave, que se encuentra a poca profundidad. No obstante, los intentos por recuperar su carga han sido, hasta ahora, infructuosos.
San Diego
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El San Diego fue un galeón español que formaba parte de los Galeones de Manila, la flota que cubría la ruta comercial entre Nueva España (actual México) y la entonces colonia española de Filipinas, y a través de la cual se intercambiaban productos chinos y plata mexicana. Las mercancías llegaban principalmente al puerto de Acapulco, desde donde eran transportadas por vía terrestre hasta Veracruz. El 10 de diciembre de 1600, se produce el hundimiento del galeón San Diego, como consecuencia del enfrentamiento con los navíos holandeses Eendracht, Hope y Mauritius, comandados por el almirante/pirata Olivier van Noort (1558–1627) que planeaban la conquista de Manila; el San Diego se encontraba fondeado en el puerto de Cavite, y junto con el patache San Bartolomé y dos galeras y que tenían como tripulantes a soldados, nobles y mercenarios japoneses, fue armado con catorce cañones de la defensa de Manila y enviado a repeler el ataque holandés. Después de abordar con éxito el barco insignia holandés, la urca Mauritius, se descubre una vía de agua en el San Diego, y por orden del vicegobernador y almirante del galeón Antonio de Morga Sánchez Garay (1559–1636) la nave retorna a puerto hundiéndose en el trayecto, pereciendo en el naufragio 300 marineros, pero salvándose Morga y otros cien marineros. La defensa de la isla fue relativamente exitosa ya que los navíos holandeses rehusaron volver a intentar ataques a las colonias españolas en la zona. El pecio del San Diego fue descubierto el 21 de abril de 1991 por el arqueólogo submarino fracncés Franck Goddio, tras consultar la información sobre el barco existente en el Archivo de Indias. La nave se encontraba a 52 metros de profundidad, y a 1.200 kilómetros de la Isla Fortuna, en la bahía de Manila. Fueron rescatados un total de 6.000 objetos, incluyendo monedas, joyas de oro, porcelanas de la dinastía Ming, armas y cañones. El 70% se depositó en el Museo Naval de Madrid y el 30% restante, en el Museo Nacional de Filipinas. Tanto el barco como los restos de los marineros fallecidos continúan en el lugar del naufragio.
Nuestra Señora de Atocha
(400.000.000 €)
En julio de 1985, y tras una búsqueda de 16 años, el estadounidense Mel Fisher y su equipo de la empresa Treasure Salvors encontraron finalmente en Key West, Florida, el galeón español Nuestra Señora de Atocha, naufragado a causa de un huracán entre el 4 y el 5 de septiembre de 1622 cuando navegaba cargado de oro, plata y piedras preciosas extraídos de las minas de México, Perú y Colombia. El Nuestra Señora de Atocha, construido para la corona española en La Habana en 1620, pesaba 550 toneladas e iba fuertemente armado. Llevaba palos trinquetes y mayores con velas cuadras y un palo de mesana con vela latina. Se hundió con 265 personas a bordo, de las que, según cuentas las crónicas, solo sobrevivieron cinco (tres marineros y dos esclavos), que lograron aferrarse al tocón del palo de mesana. Durante los siguientes 60 años, equipos españoles de salvamento buscaron el galeón, pero nunca encontraron rastro alguno. El valor del tesoro que cargaba el barco se calcula en unos 400 millones de dólares, pero solo se encontraron 63 cofres con 250.000 doblones de oro, acuñados en México en el siglo XVIII. Los de menor valor son de 300 dólares, y los de mayor, de 1.200. De ahí se extrajeron 70.000 dólares en barras de plata. Para el viaje de regreso de 1622, el Atocha llevaba un cargamento de gran valor: 24 toneladas de plata en 1038 lingotes, 180.000 pesos en monedas de plata, 582 lingotes de cobre, 125 barras y discos de oro, 350 cofres de índigo, 525 fardos de tabaco, 20 cañones de bronce y 1200 libras de platería trabajada. A esto se pueden añadir artículos pasados de contrabando para evitar impuestos, así como joyas y bienes personales no registrados. Actualmente, los artefactos y tesoros del Atocha constituyen la parte principal de la colección del Mel Fisher Maritime Heritage Society Museum, en Florida (EE UU).
Nuestra Señora de Juncal
(3.000.000.000 €)
Uno de los objetivos más codiciados por los buscadores de tesoros marinos, la nao española Nuestra Señora de Juncal, buque insignia, junto con el galeón Santa Teresa, de la flota de Nueva España, naufragó por una gran tormenta el 31 de octubre de 1631 en Sonda de Campeche (península de Yucatán), en México. La nave llevaba en sus bodegas 1.077.840 pesos en plata y reales, un cargamento detallado por el entonces virrey, el marqués de Cerralbo, y que las crónicas de la época describen como el mayor salido del "Nuevo Mundo". Su valor actual se calcula en torno a los 3.000 millones de euros. Hasta el momento, las empresas cazatesoros no han podido llegar a un acuerdo con el Gobierno mexicano para llevar a cabo la exploración. Según mantiene el Instituto Nacional de Antropología e Historia de este país,"el patrimonio cultural sumergido pertenece a la categoría de los bienes que son objeto de estudio, custodia, conservación y difusión, pero que en sí mismos son inalienables e imprescriptibles y, en consecuencia, no susceptibles de comercialización". Aunque diversos expertos han apuntado la posibilidad de que el pecio no se encuentre dentro de las aguas territoriales mexicanas, según la convención de la Unesco sobre Protección de Patrimonio Cultural Subacuático, en vigor desde 2009 y firmada tanto por México como por España, cuando se encuentre patrimonio sumergido en la plataforma continental de un Estado parte, se deben poner en marcha mecanismos de consulta para proteger el patrimonio descubierto, consultas que deben ser coordinadas por el Estado ribereño y en las que deben participar los Estados que hayan manifestado tener interés en ello por poseer vínculos arqueológicos o históricos con el pecio descubierto.
Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción
(200.000.000 €)
En julio del año 1641, un convoy de 30 naves de la Flota de Nueva España partió de Veracruz (México), en viaje de vuelta a la Península. A la cabeza iba, como capitana, el galeón San Pedro y San Pablo; en la cola, la nave del almirante Juan de Villavicencio, el Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción, un galeón de 600 toneladas que había sido construido en La Habana en 1620 y que, como explica el historiador marítimo Xavier Armendáriz en la revista National Geographic, llevaba una carga de incalculable valor: 25 toneladas de oro y plata procedentes de las minas de México y de Potosí, en Bolivia, así como miles de monedas de Felipe IV, un cargamento de porcelana china de la dinastía Ming, joyas, sedas, las pertenencias de la viuda de Hernán Cortés y el inevitable contrabando de oro y plata, que representaba, al menos, un tercio de la carga oficial. En total, más de 200 millones de dólares de hoy. Tras hacer escala en La Habana para reparar averías, la flota reanudó el viaje. Salvó con éxito el canal de Bahamas, pero a la altura de Florida los sorprendió un huracán que dio a pique con la mayoría de los barcos. El Concepción consiguió salvarse en primera instancia, pero quedó desarbolado y el fuerte oleaje lo arrastró. Finalmente, a las ocho de la tarde del 30 de octubre, el navío chocó violentamente con unos arrecifes sumergidos a 75 millas náuticas al norte de La Española (la actual República Dominicana). Por si esto fuera poco, las corrientes lo arrastraron de madrugada hasta que impactó contra otro arrecife. La tripulación, aterrada, intentó ponerse a salvo, y el almirante ordenó incluso fabricar balsas con la madera del buque, pero se produjo un motín entre sus oficiales, que intentaron reflotar la nave a la desesperada. Las cabezas de coral abrieron varios boquetes en el casco y tras varios días a la deriva, el 11 de noviembre el Concepción se partió por la popa y se hundió entre dos aristas de coral, a 15 metros de profundidad. Finalmente, de 500 tripulantes tan sólo 200 lograron salvar la vida. La extraordinaria carga de oro y plata del Concepción hizo que de inmediato surgiera el proyecto de rescatar el tesoro hundido. El propio Villavicencio trató de organizar varias expediciones al efecto, pero la burocracia, los temporales y los piratas franceses se lo impidieron. A las ocho de la tarde del 30 de octubre, el Concepción chocó violentamente con unos arrecifes y se fue también a pique.
San José
(1.500.000.000 €)
El San José fue un galeón del Imperio español, construido en 1698 por el duque Arístides Eslava y la familia Eslava, en el astillero de Mapil en Aginaga (Usurbil), Guipúzcoa, España, con las especificaciones de Francisco Antonio Garrote por Pedro de Aróstegui.1 Zarpó en 1706 junto con otros barcos para el mar Caribe y llegó a Cartagena de Indias después de un mes de navegación.
En 1708 junto con el San Joaquín y otros barcos de la flota española zarpó de Cartagena de Indias hacia Portobelo. El San José fue cargado con lingotes, monedas de oro y plata, además de otras mercancías; todo con un valor total de 11 millones de Pesos en la época. La flota fue atacada por barcos ingleses y se hundió con su cargamento en la península de Barú (actual mar de Colombia). El galeón fue encontrado el 27 de noviembre de 2015 por investigadores del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), personal de la Armada Nacional de Colombia y de Dirección General Maritíma (DIMAR), en las costas cercanas a Cartagena de Indias. El hallazgo fue anunciado por el presidente colombiano Juan Manuel Santos. Hay planes de crear un museo en Cartagena con los restos que se extraigan del hallazgo arqueológico.4
La posición del gobierno español es que se trata de un "barco de Estado", y no de titularidad privada, lo cual hace que esté protegido por la inmunidad soberana. «La inmunidad soberana sobre el buque implica que ningún Estado pueda tomar una decisión unilateral sobre lo que afecte al buque sin la conformidad del Estado de bandera». En este sentido, el derecho internacional señala que los barcos de guerra tienen inmunidad soberana, es decir, gozan de una especie de extraterritorialidad como si fueran un pequeño espacio de territorio de su Estado de origen allá donde estén. Especialmente si han sido hundidos en combate. El San José, hundido tras una emboscada realizada por una flota británica en el siglo XVIII, llevaba en su bodega todo tipo de objetos valiosos, ejemplos del arte y la tecnología de esa época, una enorme colección de monedas acuñadas en América en cantidad de varias toneladas, barras de oro y de plata, así como toneladas de joyas y piedras preciosas.
La opinión pública, europea y americana, hasta hace pocos años, consideraba el patrimonio subacuático como «tesoros ocultos» en estos casos y aceptaba que vinieran a pertenecer a quiénes los encontraban, pero desde 1985 con la Ley de Patrimonio Histórico y la Convención de la Unesco sobre el Patrimonio Subacuático se declaró estos pecios como un bien de interés general de las sociedades, los Estados, las Naciones y la Humanidad entera. La Convención enuncia principios tales como que el patrimonio acuático no será objeto de explotación comercial y, muy especialmente, la preferencia por la conservación «in situ» de este tipo de restos arqueológicos, y desde luego respeta el principio de inmunidad soberana de los buques de guerra.
Por otra parte, el enorme tesoro que se le imagina en las tripas del barco ha hecho pasar a un segundo plano que el San José fue, además, la sepultura de cerca de 600 marineros españoles. Desde España se ha apelado a la significación moral que supone acceder a un yacimiento donde perecieron cientos de hombres. El galeón San José, nave capitana de la Flota de Tierra Firme, partió junto al San Joaquín, nave almiranta y diez buques de carga desde Cádiz el 10 de marzo de 1706 con destino a Cartagena de Indias. A sabiendas de la presencia de buques ingleses hostiles –se desarrollaba la Guerra de Sucesión Española– el rey Felipe V ordenó que se le brindara una fuerte protección representada en 26 navíos. En mayo arriba el galeón a Cartagena, con la idea de dirigirse a Portobelo, para recoger una gran cantidad de oro, plata, y otros objetos valiosos que provenían del Virreinato del Perú. Sin embargo, su partida a Portobelo se dilataría por dos años. El 2 de febrero de 1708, su capitán, el general José Fernández de Santillán, por fin resuelve partir acompañado de la flota de protección.
En Portobelo se discutió bastante tiempo si era seguro que el galeón zarpara de regreso a Cartagena. Según estaban advirtiendo desde Cartagena, un grupo de naves inglesas estaban merodeando el área. No obstante y a pesar de que la mayoría se negaba a salir, el capitán Fernández determinó que lo más conveniente era zarpar, entre otras razones para no perder la ayuda ofrecida por el general francés Abraham Duquesne, que se ofreció a escoltar en su regreso a España. Además Fernández consideraba que el galeón y la flota que lo acompañaba estaban suficientemente blindados para retener el ataque de los ingleses.
Consciente del riesgo, el capitán Fernández zarpó hacia Cartagena el 28 de mayo del mismo año, acompañado por 16 barcos entre los que se destacaban las naves militares San Joaquín, con 64 cañones, y Santa Cruz, de 55 cañones, pero que contaba por el momento con 44. Cabe destacar que el San José era el más emblemático de la flota y contaba con 64 cañones. Estos 2 barcos junto con el San José eran las naves que por su poderío ofensivo transportaban la mayor parte de las mercancías.
Mientras que en Portobelo, los españoles realizaban sus diligencias, el capitán inglés Charles Wager era informado por varios espías de los movimientos de los españoles. En aquel tiempo estos colaboradores clandestinos infestaban las colonias españolas que se ubicaban en la costa Caribe y servían como elemento esencial para los ingleses en sus fines de desestabilizar al imperio español. Wager contaba con una flota bien armada y se dirigió a la ruta por el que el San José debía pasar para llegar a Cartagena de Indias.
"La emboscada" de Wager tuvo lugar muy cerca a las Islas del Rosario, a unas 30 nmi del puerto de Cartagena. El navío Kingston, dotado de 60 cañones abrió fuego contra el San Joaquín, mientras el Expedition de Wager arremetió contra el San José. La idea principal de Wager era apoderarse del navío, y así hacerse con el preciado cargamento. Sin embargo, y después de hora y media de intercambio de fuego, el San José sufrió una explosión que lo llevó al fondo del océano. De los 600 tripulantes del San José solo sobrevivieron 11. A partir de 1980 varias empresas y buscadores de tesoros intentaron sacar del mar el tesoro valorado en 10 000 millones de dólares estadounidenses. El 25 de octubre de 2011, una corte en Washington declaró al galeón como propiedad del Estado colombiano. La empresa Sea Search Armada (SSA) había presentado a finales de marzo sus argumentos para un recurso de apelación contra la República de Colombia, ante la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia en el que continúa reclamando sus derechos sobre el tesoro del galeón San José, hundido en costas colombianas en 1708.
SSA apeló la decisión tomada por la Corte federal de Estados Unidos en 2011, cuando esta resolvió con un fallo favorable a los argumentos de Colombia al propugnar la prescripción e improcedencia de la acción judicial presentada por SSA. La empresa estadounidense recurrió a la corte de su país después de que el Estado colombiano se negara, según su relato, a cumplir la orden dictada en 2007 por la Corte Suprema de Colombia, que concedía a la compañía la mitad del tesoro, una vez que éste se rescatara de las profundidades.
El San José, hundido en un combate por navíos ingleses, era un barco insignia de la Armada española del siglo XVIII, que llevaba en su bodega varias toneladas de doblones, barras de oro y de plata, así como toneladas de joyas y piedras preciosas.
El Congreso de Colombia adoptó la ley 1675 de 2013, por medio de la cual "se reglamentan los artículos 63, 70 y 72 de la Constitución Política de Colombia en lo relativo al patrimonio cultural sumergido", estableciendo mecanismos para el rescate de los naufragios históricos que se encuentren en mares colombianos, lo cual incluye también entre ellos, al galeón San José.
Santísima Trinidad
(400.000.000 €)
También como consecuencia de un fuerte huracán, naufragó, en 1711, el galeón Santísima Trinidad (no confundir con el navío de guerra del mismo nombre, apodado "El Escorial de los mares", que fue hundido tras la batalla de Trafalgar, en 1805). El barco se fue a pique a tan solo 24 kilómetros de la costa de La Habana, cargado con un botín con destino a España valorado en 400 millones de dólares actuales. En 1998, buzos canadienses y cubanos comenzaron a buscar en las afueras del puerto de La Habana los restos del galeón, tras un acuerdo comercial entre el Gobierno de Cuba y dos empresas privadas de Canadá, que incluia el reparto a partes iguales de los tesoros encontrados, no solo en este barco, sino también en los cerca de 500 galeones que, según los historiadores, podrín permanecer hundidos en esta zona. Según los expertos, de los 13.000 galeones que navegaron entre el Caribe y España durante los siglos XVI y XVII, la mitad se hundió, y muchos de ellos lo hicieron frente a las costas de Cuba. Visa Gold Resources, una empresa de rescates con base en Toronto, se adjudicó la zona del puerto de La Habana y 1.500 millas cuadradas de la costa noroeste de Cuba. Según declaró en su día Doug Lewis, presidente de esta empresa, en el puerto hay 400 galeones hundidos, y otros 100 han sido detectados mar adentro, al noroeste. El acuerdo estipulaba la preservación arqueológica de todo lo que se encuentre, incluyendo cañones, cerámicas e instrumentos de navegación, entre otros elementos.
Juno
(500.000.000 €)
La fragata española Juno, un barco mítico para los buscadores de tesoros marinos en Estados Unidos, había partido de Cuba y navegaba rumbo a España cuando, en octubre de 1802, se hundió frente a las costas de Virginia, después de que una galerna rompiera el mástil de su vela mayor. Llevaba 425 pasajeros a bordo y un cargamento que un buscador de tesoros estadounidense calculó en 500 millones de dólares, a pesar de que los 2,5 millones de pesos en plata que transportaba la nave habían sido transferidos a otro buque, el San José, que fue el que finalmente llevó la carga hasta España. El Gobierno español reclamó la propiedad de los restos alegando que se trataba de un buque de guerra. La sentencia fue inicialmente favorable a la empresa privada estadounidense que llevó a cabo el frescate (Sea Hunt), al entender que España había abandonado los restos, pero en 1999 el fallo fue revocado por la Corte Federal, al considerar que la fragata era un buque de la Armada y que, por tanto, gozaba de inmunidad soberana. Los derechos de salvamento fueron igualmente rechazados, pues resultan improcedentes al tratarse de restos de vidas humanas. El Tribunal Supremo no admitió el recurso, zanjando definitivamente la propiedad a favor de España.
Cuatro fragatas españolas, Medea, Mercedes, Fama y Clara, cargadas con los caudales para la corona española bajo el mando del experto marino Don José Bustamante, navegan hacia las costas del Cádiz procedentes de Montevideo. A la altura del Cabo San Vicente, al sur de Portugal, son interceptadas y atacadas por cuatro fragatas inglesas que las esperan dispuestas a detenerlas, a pesar de los tratados de paz existentes entre ambas naciones, con tal de conseguir que los caudales no lleguen a manos de Napoleón, su más temido enemigo. Ante la negativa de los mandos españoles de acompañarles a ningún puerto que no sea español, y sin dar apenas tiempo para dialogar y buscar una alternativa sin derramamiento de sangre, Sir Graham Moore, inicia el ataque. En medio del inesperado combate, la fragata española Nuestra Señora de las Mercedes explota violentamente hundiéndose al instante. Doscientas sesenta y tres personas mueren como consecuencia de la explosión o ahogadas en los momentos posteriores. La pérdida de esta fragata, en la que viajaban numerosos pasajeros, entre ellos la mujer e hijos del segundo comandante, Don Diego Alvear, decanta el combate hacia las naves inglesas que finalmente capturan a las tres fragatas españolas y las conducen como detenidas hasta Gran Bretaña.
Dos siglos después de este histórico suceso, que tuvo como consecuencia directa la declaración de guerra contra Inglaterra en diciembre de aquel mismo año, la empresa “cazatesoros” Odyssey Marine Exploration, localiza y expolia parte del cargamento de esta fragata junto a la bahía de Cádiz, trasladándolo de forma ilícita hasta Tampa (Florida) en el año 2007. Más de 500.000 monedas de plata y oro, además de algunos restos de objetos pertenecientes a la tripulación, son el rico conjunto arqueológico extraído de aquel naufragio hundido a 1.500 metros de profundidad. Se inicia entonces un largo litigio en el que los tribunales norteamericanos dan finalmente la razón al estado Español reconociendo sus derechos sobre dichos bienes y ordenando su inmediata devolución a España. Este caso ha supuesto un importante precedente internacional en la defensa del Patrimonio Arqueológico Subacuático.
Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza
(600.000.000 €)
El Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza es un galeón de Manila, siendo estos los barcos que cubrían los viajes españoles entre Filipinas y América a través del Océano Pacífico. Se construyó en Cavite en 1731 y fue alistado en 1733, siendo gemelo del barco Nuestra Señora de Covadonga, que tuvo similar misión. Partió el 1 de agosto de 1750 de Manila a cargo del General Martínez de Faura. El 28 de agosto de 1750 fue sobrecargado de cajas de contrabando en el puerto de San Jacinto (Isla de Ticao) y partió el 1 de septiembre, sin que nadie volviera a saber más de él.2 El barco tenía capacidad para 22 cañones de 18 libras, 22 cañones de 14 libras, 6 cañones de 10 libras y 10 pedreros de 2 libras. Tenía 34 metros de eslora, 9,5 metros de manga, un calado de 5 metros, un desplazamiento de mil toneladas y albergaba una tripulación de 460 hombres. En el momento de su última partida llevaba 2 cañones de 18 libras en la primera batería, 22 cañones de 10 libras en la segunda, 6 cañones de 6 libras en el alcázar y 10 pedreros en toldilla y castillo. En 1733 no se ponía el nombre a los navíos, de modo que en lugar del nombre tenía un escudo de la ciudad de Manila.
Si quieres comprarlo/If you want to buy | |||
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