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lunes, 10 de octubre de 2011

Como era eso, ah sí, la letra con sangre entra


El pasado domingo se cumplieron dos años de la apertura de los fastuosos Juegos Olímpicos de Pekín. Aquellos donde el anfitrión echó el resto para reventar el medallero: 100 metales, diez menos que Estados Unidos pero más valiosos por sus 51 oros.

Antes de esa inauguración, muchas miradas se nublaron a la vista de las condiciones de vida de las futuras estrellas. "Ver cómo entrenan en China fue perturbador. Acabé conmocionado", acusó, por ejemplo, Matthew Pinsent, cuádruple medallista en remo británico y ex miembro del Comité Olímpico Internacional. La ONG Save the Children también puso el foco sobre "el vertiginoso éxito" del deporte chino en veinte años y criticaba "los duros entrenamientos" y la "desatención en la educación".

A la vista del reportaje fotográfico de Reuters, realizado estos días, la presión no ha aflojado. Niños de entre cuatro y siete años sometidos a escalofriantes estiramientos y ejercicios de impresión. Y es que triunfar en China supone tener la vida resuelta. Zhang Dongping, seleccionador español de tenis de mesa de origen chino, lo cuenta: "Un campeón olímpico tiene su vida solucionada. En Pekín el premio del Estado era de 100.000 euros, pero los gobiernos locales dan más dinero, casa, coche... Una medalla puede suponer hasta medio millón de euros".

En China hay 221 escuelas de élite, 11.600 especializadas en deportes, seis millones de jóvenes atletas... Y una dureza que no afloja.

Es lo que tiene esto de la democracia, que haces esto en un país, digamos como España, y te meten en la cárcel, pero eso si, no consigues medallas.

by PI

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