Mi abuelo trabajaba 18 horas al día. En la durísima España de la postguerra (durísima para los vencidos,
claro, y a él le tocó en la derrotada Barcelona republicana) era la
única manera de sobrevivir: encadenar un trabajo tras otro. De un bar a
un restaurante pasando por una floristería. Todo era poco para dar de comer
a su mujer y sus tres hijos. Tan poco era lo que sacaba en esas
jornadas infernales (el domingo servía en banquetes de bautizos,
comuniones y bodas de los vencedores) que mi abuela y sus hijos
invertían cualquier hora que tuvieran libre (restando muchas horas al
sueño) en confeccionar en casa flores de tela. El pequeño comedor
del pequeñísimo piso de la calle Sugrañes (apenas dos habitaciones, sin
ducha, en el humilde barrio de Sants de Barcelona) siempre estaba lleno
de sacos con retales que las pequeñas manos de mi padre y sus hermanos
se encargaban de transformar en hermosos centros de mesa. Todo para no morir de hambre.
Pero entonces el futuro era una promesa, una esperanza de que algo mejor llegaría. Nunca (a pesar del hambre constante, y del miedo eterno) pensaron en un paso atrás.
Ahora el futuro parece una condena.
Y los trabajadores de este país (los afortunados que tengan trabajo)
parecen abocados a volver a encadenar una jornada laboral tras otra.
Mirémonos en el espejo (ejem, ejem) alemán: la Oficina Federal de Empleo
acaba de publicar que en 2012 2,66 millones de alemanes tuvieron que completar el salario de su empleo fijo con el salario de una segunda jornada laboral.
2,66 millones. Un récord. Usted acaba de trabajar sus ocho horas -o
más- reglamentarias, y en vez de ir a casa le toca dirigirse a su otro
trabajo. Vayan haciéndose a la idea. Esos segundos trabajos, al menos en
Alemania, son los temidos minijobs, que muchas empresas están
utilizando para sustituir a trabajadores a tiempo completo.
Mucho más alarmante es lo que está sucediendo en el Reino Unido. Incluso el Palacio de Buckingham (según algunas fuentes) utiliza los esclavistas contratos de cero horas:
un millón de británicos tienen contratos que no aseguran un mínimo de
horas de trabajo. El/la trabajadora tiene que estar siempre disponible,
sin derecho a baja médica o vacaciones, por ejemplo. Si el empresario te
llama tienes que ir a toda prisa. Y sólo se te garantiza el salario
mínimo.
Si mi abuelo estuviera vivo no se lo creería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario