El macho de la mantis religiosa suele ser devorado por la hembra durante la copulación o después de ella. Pero, de acuerdo con una investigadora de la UBA, no es cómplice, ya que se esfuerza para evitar ser “almorzado”.
El mántido macho, campamocha, mamboretá o “tatadiós”, es capaz de perder la cabeza por amor. En efecto, la hembra puede devorarlo ya sea antes, durante o después del apareamiento.
El primer bocado es la cabeza y, muchas veces, el macho decapitado puede seguir copulando.
Frente al canibalismo de estos insectos, los biólogos han barajado dos explicaciones: o el macho es cómplice de su verdugo, prefiere inmolarse en pos de perpetuar sus genes, o, por el contrario, en una contienda silenciosa, busca salir airoso, con su cabeza puesta.
La disyuntiva es entre complicidad o conflicto. Pero la hipótesis de conflicto es la que parece contar con evidencias más sólidas.
“No hay complicidad, sino conflicto”, aseguró la doctora Lorena Pompilio, investigadora del Conicet y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la UBA.
A la hembra le conviene comerse al macho, y a éste le conviene sobrevivir”, aclaró, a partir de experimentos realizados en su laboratorio de la Ciudad Universitaria.
La hembra devora al macho en aproximadamente 40% de los casos, dependiendo de cuan hambrienta esté. “Si todos los machos se dejaran consumir en forma pasiva, uno debería pensar que hay para ellos algún beneficio, traducido en un incremento en su éxito reproductivo”, dijo Pompilio.
Hay cerca de 2 mil especies de mántidos, cuyos parientes más cercanos son las cucarachas. Son insectos voraces y muy buenos cazadores: algunas especies llegan a comer pájaros e, incluso, pequeñas ratas.
Sus patas anteriores, que mantienen recogidas ante la cabeza, están provistas de fuertes espinas para sujetar las presas.
Pompilio diseñó una serie de experimentos para averiguar si el macho va ciegamente a la muerte o si aplica alguna estrategia de salvación. En uno de ellos, realizado con el biólogo Fabián Gabelli, profesor en la Facultad de Psicología de la UBA, y Esteban Avigliano, estudiante de biología de la FCEyN, el macho es colocado en un pequeño recinto frente a dos hembras, una de ellas más hambrienta que la otra.
El macho prefería a la hembra que se alimentaba, que estaba menos hambrienta que la otra. Pero, “para controlar que el macho no fuera a la hembra sólo por la presa, tuvimos que agregar al grupo un macho que también estuviera ingiriendo alimento”, comenta Pompilio.
Si el macho elige siempre la hembra que se alimenta, ello sugiere que evita ser canibalizado.
“Con el estudio de estos mecanismos uno puede llegar a conclusiones de tipo evolutivo. En este caso, por ejemplo, se puede apoyar la hipótesis de conflicto”, señaló la investigadora.
El experimento muestra que los machos cuidan no acercarse demasiado a la hembra que no ha ingerido alimento y se quedan más del doble del tiempo junto a la otra hembra.
Además, en más de 60% de los casos, los machos eligen copular con la hembra a la que han observado comer.
En resumen, la evolución parece haber actuado sobre los comportamientos de estos insectos, de manera que el que salvó su cabeza fue el que más descendencia tuvo.
Para Pompilio, los comportamientos sexuales de las especies tienen un componente en común, producto de la historia evolutiva que compartimos.
“El conflicto entre sexos no es exclusivo de los mántidos, sino que existe cuando machos y hembras maximizan su éxito reproductivo de manera diferente.
Por ejemplo, en mamíferos, las hembras maximizan si eligen un macho que provea buenos genes y cuidado a las crías. Pero el macho maximiza al aparearse con la mayor cantidad posible de hembras.
Machos y hembras buscan cosas diferentes, y allí surge el conflicto”, manifestó. (El Universal)
El mántido macho, campamocha, mamboretá o “tatadiós”, es capaz de perder la cabeza por amor. En efecto, la hembra puede devorarlo ya sea antes, durante o después del apareamiento.
El primer bocado es la cabeza y, muchas veces, el macho decapitado puede seguir copulando.
Frente al canibalismo de estos insectos, los biólogos han barajado dos explicaciones: o el macho es cómplice de su verdugo, prefiere inmolarse en pos de perpetuar sus genes, o, por el contrario, en una contienda silenciosa, busca salir airoso, con su cabeza puesta.
La disyuntiva es entre complicidad o conflicto. Pero la hipótesis de conflicto es la que parece contar con evidencias más sólidas.
“No hay complicidad, sino conflicto”, aseguró la doctora Lorena Pompilio, investigadora del Conicet y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la UBA.
A la hembra le conviene comerse al macho, y a éste le conviene sobrevivir”, aclaró, a partir de experimentos realizados en su laboratorio de la Ciudad Universitaria.
La hembra devora al macho en aproximadamente 40% de los casos, dependiendo de cuan hambrienta esté. “Si todos los machos se dejaran consumir en forma pasiva, uno debería pensar que hay para ellos algún beneficio, traducido en un incremento en su éxito reproductivo”, dijo Pompilio.
Hay cerca de 2 mil especies de mántidos, cuyos parientes más cercanos son las cucarachas. Son insectos voraces y muy buenos cazadores: algunas especies llegan a comer pájaros e, incluso, pequeñas ratas.
Sus patas anteriores, que mantienen recogidas ante la cabeza, están provistas de fuertes espinas para sujetar las presas.
Pompilio diseñó una serie de experimentos para averiguar si el macho va ciegamente a la muerte o si aplica alguna estrategia de salvación. En uno de ellos, realizado con el biólogo Fabián Gabelli, profesor en la Facultad de Psicología de la UBA, y Esteban Avigliano, estudiante de biología de la FCEyN, el macho es colocado en un pequeño recinto frente a dos hembras, una de ellas más hambrienta que la otra.
El macho prefería a la hembra que se alimentaba, que estaba menos hambrienta que la otra. Pero, “para controlar que el macho no fuera a la hembra sólo por la presa, tuvimos que agregar al grupo un macho que también estuviera ingiriendo alimento”, comenta Pompilio.
Si el macho elige siempre la hembra que se alimenta, ello sugiere que evita ser canibalizado.
“Con el estudio de estos mecanismos uno puede llegar a conclusiones de tipo evolutivo. En este caso, por ejemplo, se puede apoyar la hipótesis de conflicto”, señaló la investigadora.
El experimento muestra que los machos cuidan no acercarse demasiado a la hembra que no ha ingerido alimento y se quedan más del doble del tiempo junto a la otra hembra.
Además, en más de 60% de los casos, los machos eligen copular con la hembra a la que han observado comer.
En resumen, la evolución parece haber actuado sobre los comportamientos de estos insectos, de manera que el que salvó su cabeza fue el que más descendencia tuvo.
Para Pompilio, los comportamientos sexuales de las especies tienen un componente en común, producto de la historia evolutiva que compartimos.
“El conflicto entre sexos no es exclusivo de los mántidos, sino que existe cuando machos y hembras maximizan su éxito reproductivo de manera diferente.
Por ejemplo, en mamíferos, las hembras maximizan si eligen un macho que provea buenos genes y cuidado a las crías. Pero el macho maximiza al aparearse con la mayor cantidad posible de hembras.
Machos y hembras buscan cosas diferentes, y allí surge el conflicto”, manifestó. (El Universal)
Igualito que en los seres humanos, a ellas les encantaría la mayoría de las veces arrancarle la cabeza al macho, y a la mayoría de ellos no les importaría con tal de seguir copulando (porque en realidad todos sabemos donde tienen la verdadera cabeza pensante).
by PI
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