Marie-Laure Picat es la otra cara de Jade Goody, la concursante de reality show británica que ha decidido agonizar ante las cámaras. Ambas padecen un cáncer generalizado. Su esperanza de vida se reduce a unas semanas. Pero mientras Goody exhibe su vida privada y su degeneración física, Picat la oculta púdicamente. Si su rostro ha salido en la televisión se debe a la batalla que ha librado contra la Administración francesa para poder elegir a la familia que cuidará de sus cuatro hijos. Ha ganado. El último combate de esta mujer de 36 años curtida en las cadenas de montaje ha conmovido a la opinión pública.
"Me siento aliviada, ya puedo irme tranquila", confiesa Marie-Laure con voz cansada pero satisfecha de haber conseguido cambiar el destino reservado a sus pequeños tras su muerte: un orfanato durante un tiempo y después la dispersión de los hermanos en familias de acogida. Gracias al empeño de su madre, Julie (11 años), Thibault (9), Mathieu (5) y Margot (2), podrán crecer juntos en su entorno habitual, Puiseaux, a 40 kilómetros de París. El padre, un camionero que nunca se ocupó de ellos, ha renunciado a la custodia.
"Cuando supe que acabaría en una caja de madera, mi primer pensamiento fue para mis hijos", relata la enferma. El fatal diagnóstico cayó el pasado octubre. "No estaba previsto que fuera más allá de la Navidad y aquí sigo, no podía desaparecer sin haber garantizado su futuro", explica Marie-Laure. La fuerza que ha dejado anonadados a los médicos y a los servicios sociales le viene de lejos. "Toda mi vida he tenido que luchar", comenta esta mujer a la que la vida nada ha regalado. Abandonada por la madre siendo un bebé y violada de niña por el padre, Marie-Laure aprendió a espabilarse junto con sus dos hermanos. El amor fraternal ha sido su principal sostén.
Cuando supo que sus hijos serían separados, la rebelión surgió desde lo más profundo de su ser. "Me los imaginé empezando de cero, con gente que yo habría visto solo una vez en el mejor de los casos. Tendrían que dormir en una habitación anónima, dejar su escuela... y me dije que no podía hacerles eso. Para unos niños perder a la madre es terrible, pero si además se les separa de sus hermanos y hermanas, se les destruye...Luego la sociedad se extraña de que se descarríen", se indigna.
Para alcanzar su objetivo ha tenido que forzar más de una puerta cerrada por una legislación que no prevé participación alguna del progenitor en el proceso de transición de los futuros huérfanos. Ante la falta de respuestas de la Administración, Marie-Laure lanzó un llamamiento a través de los medios de comunicación para buscar una familia para sus hijos. Encontró una pareja de su mismo municipio que reunía todos los requisitos menos uno: solo tenían permiso para acoger a tres niños. La presión mediática hizo que interviniera el presidente. Las trabas desaparecieron y Nicolas Sarkozy invitó a Marie-Laure y a sus hijos a una celebración navideña en el Elíseo.
Desde entonces, las muestras de solidaridad --que han permitido a la enferma cumplir su sueño de llevar a sus hijos a Eurodisney-- no han dejado de sucederse. Con la ayuda de la periodista Anne Berthod, Marie-Laure ha escrito un libro conmovedor, El coraje de una madre, que retrata la lucha de una mujer sencilla, directa, de una intuición emocional muy superior a la de muchas personas cultivadas y capaz de abordar su drama con sentido del humor. Como la forma de contar la organización de su propio funeral, situación harto surealista incluido el comentario de la empleada de la funeraria: "Si aguanta un año, mire, tendrá una reducción de mil euros".
El libro es el legado de esta mujer predestinada a una vida anónima. Y no pequeño. "Lo he hecho por mis hijos, para que sepan quien soy, y también para que haya una ley que ampare a las personas en mi situación. No por estar enfermo estás acabado".
by PI
"Me siento aliviada, ya puedo irme tranquila", confiesa Marie-Laure con voz cansada pero satisfecha de haber conseguido cambiar el destino reservado a sus pequeños tras su muerte: un orfanato durante un tiempo y después la dispersión de los hermanos en familias de acogida. Gracias al empeño de su madre, Julie (11 años), Thibault (9), Mathieu (5) y Margot (2), podrán crecer juntos en su entorno habitual, Puiseaux, a 40 kilómetros de París. El padre, un camionero que nunca se ocupó de ellos, ha renunciado a la custodia.
"Cuando supe que acabaría en una caja de madera, mi primer pensamiento fue para mis hijos", relata la enferma. El fatal diagnóstico cayó el pasado octubre. "No estaba previsto que fuera más allá de la Navidad y aquí sigo, no podía desaparecer sin haber garantizado su futuro", explica Marie-Laure. La fuerza que ha dejado anonadados a los médicos y a los servicios sociales le viene de lejos. "Toda mi vida he tenido que luchar", comenta esta mujer a la que la vida nada ha regalado. Abandonada por la madre siendo un bebé y violada de niña por el padre, Marie-Laure aprendió a espabilarse junto con sus dos hermanos. El amor fraternal ha sido su principal sostén.
Cuando supo que sus hijos serían separados, la rebelión surgió desde lo más profundo de su ser. "Me los imaginé empezando de cero, con gente que yo habría visto solo una vez en el mejor de los casos. Tendrían que dormir en una habitación anónima, dejar su escuela... y me dije que no podía hacerles eso. Para unos niños perder a la madre es terrible, pero si además se les separa de sus hermanos y hermanas, se les destruye...Luego la sociedad se extraña de que se descarríen", se indigna.
Para alcanzar su objetivo ha tenido que forzar más de una puerta cerrada por una legislación que no prevé participación alguna del progenitor en el proceso de transición de los futuros huérfanos. Ante la falta de respuestas de la Administración, Marie-Laure lanzó un llamamiento a través de los medios de comunicación para buscar una familia para sus hijos. Encontró una pareja de su mismo municipio que reunía todos los requisitos menos uno: solo tenían permiso para acoger a tres niños. La presión mediática hizo que interviniera el presidente. Las trabas desaparecieron y Nicolas Sarkozy invitó a Marie-Laure y a sus hijos a una celebración navideña en el Elíseo.
Desde entonces, las muestras de solidaridad --que han permitido a la enferma cumplir su sueño de llevar a sus hijos a Eurodisney-- no han dejado de sucederse. Con la ayuda de la periodista Anne Berthod, Marie-Laure ha escrito un libro conmovedor, El coraje de una madre, que retrata la lucha de una mujer sencilla, directa, de una intuición emocional muy superior a la de muchas personas cultivadas y capaz de abordar su drama con sentido del humor. Como la forma de contar la organización de su propio funeral, situación harto surealista incluido el comentario de la empleada de la funeraria: "Si aguanta un año, mire, tendrá una reducción de mil euros".
El libro es el legado de esta mujer predestinada a una vida anónima. Y no pequeño. "Lo he hecho por mis hijos, para que sepan quien soy, y también para que haya una ley que ampare a las personas en mi situación. No por estar enfermo estás acabado".
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