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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Calatrabón (Palacio de Congresos de Oviedo, España)


"Cuando, en enero de 2004, Santiago Calatrava presentó su diseño para un luminoso intercambiador de cristal y acero en la Zona Cero, las autoridades lo vendieron como la versión del siglo 21 de Gran Central, una de las pocas luces en un plan de desarrollo truncado por los políticos, los mezquinos intereses y el peso de la historia. Deberíamos habérnoslo imaginado».
Así empezaba 'The New York Times' ayer la crítica con la que desmonta las virtudes de un proyecto cuya pureza venía representada por el diseño de un pájaro que echa a volar desde las manos de un niño. Su autor, Nicolai Ouroussoff, no ha perdido fe en la belleza de un diseño que, según dijo en 2004 otro compañero suyo, «corta el aliento». «Debe satisfacer a todos los que creen que los edificios planeados para la Zona Cero deben aspirar a dimensión espiritual».
Tal vez los tiempos de la dimensión espiritual han pasado ahora que George W. Bush no explota cada día la tragedia del 11-S. Lo cierto es que en las mismas páginas en las qu
e hace cuatro años se deshacían en halagos al proyecto, ahora que se conocen los detalles de la maqueta varias veces modificada se sienten «con el corazón desgarrado», confesó Ouroussoff, un escéptico para quien ésta era la última esperanza de que algo bueno salga de la Zona Cero.

«Calatrava sigue siendo incapaz de superar un defecto fatal del proyecto: la chocante incongruencia entre la extravagancia de su arquitectura y los limitados propósitos a los que sirve», sentenció el crítico de arquitectura. «El resultado es un monumento al ego creativo que celebra la destreza de ingeniería de Calatrava pero poco más», aseveró. «Su contribución refuerza la posibilidad de que un día, dentro de varias décadas, cuando finalmente se complete este emplazamiento, permanezca como un testamento de nuestra incapacidad para poner los intereses personales a un lado de cara a una de las grandes tragedias de EE UU».
Si hubiera consultado a los bilbaínos, por ejemplo, sabría que el arquitecto valenciano nunca se ha caracterizado por ser un hombre práctico capaz de sacrificar la majestuosidad de sus diseños para poner la arquitectura al servicio del ciudadano de a pie. Todavía se habla en Bilbao de las carísimas losetas de cristal del puente Zubi-zuri, que se rompen sin motivo y provocan costaladas a los peatones, y de las goteras de su aeropuerto.
Lo que mata al crítico del rotativo neoyorquino no es ya el presupuesto, que se ha disparado de 2.000 a 3.200 millones de dólares. Ni los múltiples retrasos, que relegan ya la inauguración a 2013, sino el hecho de que la estación de Calatrava tendrá 4.267 metros más que la de Gran Central y sin embargo «sólo servirá a una pequeña fraccion de pasajeros», que encima tendrán que recorrer largos pasillos de galerías comerciales y bajar suntuosas escaleras para conectar con los trenes a New Jersey y las líneas de metro.
«La vida es secundaria», concluye apesadumbrado el crítico."

 
 
 




Si critican lo de Nueva York es que no han visto lo que hizo en Oviedo con el Palacio de Congresos. No lo digo por la estética sino porque no se puede meter un edificio tan grande en un sitio donde va quedar encajonado. Este edificio hay que llevarlo a un sitio más abierto. Parece un elefante en una cacharrería. Y si lo ves desde lejos parece que Gozilla se esta comiendo la ciudad.

by PI

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