Francia siempre estará en deuda con los republicanos españoles de «la Nueve», la primera compañía que entró en el París ocupado por alemanes en la noche del 24 de agosto de 1944. Uno de aquellos jóvenes, que habían dejado atrás su tierra tras la cruel derrota en la guerra de España, fue un asturiano de San Antolín de Ibias, Manuel Fernández, nacido en 1919, que ganó sus medallas vertiendo sangre por Francia y la democracia. La entrada en París fue una gesta de españoles, según reivindica la escritora Evelyn Mesquida, que ha escrito un volumen sobre la historia de aquellos hombres y que minimiza el papel de la Resistencia francesa.
Manuel Fernández, que vive ahora en una residencia de la Bretaña francesa, después de haber perdido a, Paulette, su esposa, hace tres años, relata unos acontecimientos que el tiempo no ha podido borrar de su memoria. «A principios de agosto de 1944 desembarcamos en Normandía, un mes después que los americanos. A los pocos días salimos a apoyar a "la Nueve", que estaba atacando la población francesa de Ecouché», rememora. Fue allí donde, con una ametralladora, alcanzó de pleno a un camión cargado de alemanes. «Varios compañeros empezaron a aplaudir. Entonces, Trueba, un asturiano de Soto del Barco, que estaba en mi misma compañía, les gritó: "¿Por qué aplaudís? ¿Es que no sabéis que es un asturiano?"», cuenta el ibiense.
«La Nueve. Los españoles que liberaron París» es el título del libro que relata aquella sangrienta aventura. Mesquida, que presentó la obra en la «Semana negra» de Gijón, ha dedicado diez años a recuperar los testimonios de aquellos soldados a los que cupo el honor de recorrer los Campos Elíseos junto al general De Gaulle en el Desfile de la Victoria del 26 de agosto de 1944.
Esta alicantina residente en París se ha empeñado en dar luz a la historia de estos «luchadores por la libertad». Para ella hay cuentas que saldar y mentiras que descubrir. «La conclusión es que los franceses inventan su historia», asegura.
La escritora está convencida de que «la Resistencia es una mentira», ya que «los primeros que entran en Francia son españoles», señala. Los franceses, según Mesquida, «no estaban con De Gaulle cuando éste defendió la Francia libre, y tardaron muchísimo en organizar la Resistencia». La realidad es que la mayoría de ellos «estuvo con Pétain y esto tenía que ocultarse para rehacer el país». La voluntad de este libro es dar voz a estos españoles «que tanto lucharon por derrotar al nazismo y a los que nunca nadie ha escuchado y hay que sacar del olvido».
Desde su habitación en la Bretaña francesa, lejos de Asturias, a la que considera su «madre patria», Manuel Fernández echa la vista atrás. «Yo fui esclavo de Franco. Desde que cayó Asturias, tras pasar por varios campos de concentración, llegamos a San Marcos de León, un campo de exterminio», asegura este asturiano que tiene la medalla de plata del Principado. Manuel se queja de que ahora «han hecho allí un parador para tapar todas las muertes». Aún ve a los alemanes, que iban de vez en cuando a burlarse de los prisioneros. «De ahí me llevaron a un batallón de esclavos. Pasando por Zaragoza, un alemán me escupió en la cara. Ese día no lo perdoné jamás: juré que tenía que vengarme. Me fugué y pasé la frontera francesa», señala.
Al día siguiente, ya estaba en la Legión Extranjera, camino de África. Tras la derrota y el pacto colaboracionista de Pétain, este asturiano volvió a fugarse, esta vez para enrolarse con el general Leclerc, cuya Segunda División Blindada formaba parte del Ejército de la Francia Libre. «Allí nos dieron armamento moderno. Estuvimos tres meses en Inglaterra y después desembarcamos en Normandía», indica.
A partir de ahí el camino será largo y difícil. «La Nueve» estaba formada por 160 hombres, de los cuales 146 eran españoles. Al mando de esta compañía estaba el capitán Dronne. En sus «Carnets de Route», Dronne relata cómo Leclerc le avisó de que se trataba de voluntarios españoles, «que daban miedo a todo el mundo». Leclerc añadió: «Son buenos soldados, creo que usted podrá con ellos». «La Nueve» formaba parte de un batallón mayoritariamente compuesto por españoles «Íbamos siempre juntos ¿Qué quiere? Éramos una familia».
Evelyn se enorgullece al rememorar que «muchos de aquellos españoles llegaron hasta el último refugio de Hitler», en Obersalzberg. La escritora los imagina con emoción «cruzando el "Nido del Águila", con un paisaje de una extraordinaria belleza, y dos días después, ya vencedores, celebrando la victoria y bebiendo junto al general Leclerc».
Todavía hoy a Manuel se le nota la satisfacción de haber vengado la humillación sufrida en España. «Yo tenía una cuenta que arreglar con los nazis. Mi venganza fue participar en su caída y verlos derrotados».
Pocos después de desembarcar en Normandía lo hirió la metralla de un cañonazo. «Era grave, casi me desangro», asegura. Lo llevaron en ambulancia al hospital americano, donde lo dejaron tirado. «Pedí ayuda a una enfermera. Dio media vuelta y soltó: "Así habrá uno menos"». Desesperado, llamó en castellano a unos soldados de origen mexicano. «Los oí decir: "Oye, un alemán que habla español"». Fue entonces cuando gritó: «¡No soy alemán, sino español y soldado francés!». Aquello le salvó. Cuando se despertó, la enfermera que le había despreciado le estaba dando su sangre. Estuvo un año en el hospital, en París.
Aquellos primeros tanques que entraron en la Ciudad de la Luz llevaban inscritos los hitos de otra guerra: «Guadalajara», «Teruel» «Guernica»... El Día de la Victoria, París estaba lleno de banderas francesas, pero también de la República Española. De Gaulle las mandó quitar, pero él mismo pidió ser escoltado por los españoles de «la Nueve». De los 1.800 que desfilaron aquel día, la mitad eran españoles.
by PI
Manuel Fernández, que vive ahora en una residencia de la Bretaña francesa, después de haber perdido a, Paulette, su esposa, hace tres años, relata unos acontecimientos que el tiempo no ha podido borrar de su memoria. «A principios de agosto de 1944 desembarcamos en Normandía, un mes después que los americanos. A los pocos días salimos a apoyar a "la Nueve", que estaba atacando la población francesa de Ecouché», rememora. Fue allí donde, con una ametralladora, alcanzó de pleno a un camión cargado de alemanes. «Varios compañeros empezaron a aplaudir. Entonces, Trueba, un asturiano de Soto del Barco, que estaba en mi misma compañía, les gritó: "¿Por qué aplaudís? ¿Es que no sabéis que es un asturiano?"», cuenta el ibiense.
«La Nueve. Los españoles que liberaron París» es el título del libro que relata aquella sangrienta aventura. Mesquida, que presentó la obra en la «Semana negra» de Gijón, ha dedicado diez años a recuperar los testimonios de aquellos soldados a los que cupo el honor de recorrer los Campos Elíseos junto al general De Gaulle en el Desfile de la Victoria del 26 de agosto de 1944.
Esta alicantina residente en París se ha empeñado en dar luz a la historia de estos «luchadores por la libertad». Para ella hay cuentas que saldar y mentiras que descubrir. «La conclusión es que los franceses inventan su historia», asegura.
La escritora está convencida de que «la Resistencia es una mentira», ya que «los primeros que entran en Francia son españoles», señala. Los franceses, según Mesquida, «no estaban con De Gaulle cuando éste defendió la Francia libre, y tardaron muchísimo en organizar la Resistencia». La realidad es que la mayoría de ellos «estuvo con Pétain y esto tenía que ocultarse para rehacer el país». La voluntad de este libro es dar voz a estos españoles «que tanto lucharon por derrotar al nazismo y a los que nunca nadie ha escuchado y hay que sacar del olvido».
Desde su habitación en la Bretaña francesa, lejos de Asturias, a la que considera su «madre patria», Manuel Fernández echa la vista atrás. «Yo fui esclavo de Franco. Desde que cayó Asturias, tras pasar por varios campos de concentración, llegamos a San Marcos de León, un campo de exterminio», asegura este asturiano que tiene la medalla de plata del Principado. Manuel se queja de que ahora «han hecho allí un parador para tapar todas las muertes». Aún ve a los alemanes, que iban de vez en cuando a burlarse de los prisioneros. «De ahí me llevaron a un batallón de esclavos. Pasando por Zaragoza, un alemán me escupió en la cara. Ese día no lo perdoné jamás: juré que tenía que vengarme. Me fugué y pasé la frontera francesa», señala.
Al día siguiente, ya estaba en la Legión Extranjera, camino de África. Tras la derrota y el pacto colaboracionista de Pétain, este asturiano volvió a fugarse, esta vez para enrolarse con el general Leclerc, cuya Segunda División Blindada formaba parte del Ejército de la Francia Libre. «Allí nos dieron armamento moderno. Estuvimos tres meses en Inglaterra y después desembarcamos en Normandía», indica.
A partir de ahí el camino será largo y difícil. «La Nueve» estaba formada por 160 hombres, de los cuales 146 eran españoles. Al mando de esta compañía estaba el capitán Dronne. En sus «Carnets de Route», Dronne relata cómo Leclerc le avisó de que se trataba de voluntarios españoles, «que daban miedo a todo el mundo». Leclerc añadió: «Son buenos soldados, creo que usted podrá con ellos». «La Nueve» formaba parte de un batallón mayoritariamente compuesto por españoles «Íbamos siempre juntos ¿Qué quiere? Éramos una familia».
Evelyn se enorgullece al rememorar que «muchos de aquellos españoles llegaron hasta el último refugio de Hitler», en Obersalzberg. La escritora los imagina con emoción «cruzando el "Nido del Águila", con un paisaje de una extraordinaria belleza, y dos días después, ya vencedores, celebrando la victoria y bebiendo junto al general Leclerc».
Todavía hoy a Manuel se le nota la satisfacción de haber vengado la humillación sufrida en España. «Yo tenía una cuenta que arreglar con los nazis. Mi venganza fue participar en su caída y verlos derrotados».
Pocos después de desembarcar en Normandía lo hirió la metralla de un cañonazo. «Era grave, casi me desangro», asegura. Lo llevaron en ambulancia al hospital americano, donde lo dejaron tirado. «Pedí ayuda a una enfermera. Dio media vuelta y soltó: "Así habrá uno menos"». Desesperado, llamó en castellano a unos soldados de origen mexicano. «Los oí decir: "Oye, un alemán que habla español"». Fue entonces cuando gritó: «¡No soy alemán, sino español y soldado francés!». Aquello le salvó. Cuando se despertó, la enfermera que le había despreciado le estaba dando su sangre. Estuvo un año en el hospital, en París.
Aquellos primeros tanques que entraron en la Ciudad de la Luz llevaban inscritos los hitos de otra guerra: «Guadalajara», «Teruel» «Guernica»... El Día de la Victoria, París estaba lleno de banderas francesas, pero también de la República Española. De Gaulle las mandó quitar, pero él mismo pidió ser escoltado por los españoles de «la Nueve». De los 1.800 que desfilaron aquel día, la mitad eran españoles.
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