Largo: 17,0 metros (55 pies 8 pulgadas)
Ancho: 6,06 metros (19 pies 10,5 pulgadas)
Altura (ruedas retraídas): 3,7 metros (12 pies)
Altura (ruedas ampliadas): 4,9 metros (16 pies)
Peso plena carga: 34.000 kg (75.000 libras)
Autonomía: 5.000 millas (8.000 km)
Velocidad máxima: 48 km/h (30 millas / hora)
Autosuficiencia: 1 año en las condiciones más extremas
Capacidad de combustible: 9.463 litros (2.500 galones) almacenados
Capacidad de combustible adicional: 3.785 litros (1.000 galones USA) almacenados en el techo, para ser utilizados por el avión
Tamaño del grupo: 5 personas
Costo final estimado: $ 300.000 de la época
Compartimentos de la cabina: cabina de control, máquina, cocina/cuarto oscuro, el almacenamiento de combustible, alimentos, dos neumáticos de repuesto
Configuración: Diesel-eléctrico híbrido (2 motores diesel, generadores de 2, 4 motores eléctricos)
Motor Diesel: Cummins H-6 motor
Motor Diesel Potencia: 112 kW (150 CV) @ 1800 rpm - 224 kW (300 CV) de potencia total combinada de 2 motores
Configuración motor Diesel: 6 cilindros en línea, de aspiración natural
Diesel Cilindrada: 11,0 litros (672 pulgadas cúbicas)
Diesel Engine calibre y carrera: Carrera mm 124 (4 7/8 de pulgada) diámetro x 152 mm (6 pulgadas)
Fabricante Generador Eléctrico: General Electric
Motor eléctrico Fabricante: General Electric
Motor eléctrico Potencia: 56 kW (75 cv) - 224 kW (300 CV) de potencia total combinada para 4 motores
Fabricante de neumáticos: Goodyear Tire and Rubber Company
Dimensiones del neumático: 3048 mm (120 pulgadas) de diámetro exterior x 1676 mm (66 pulgadas) de diámetro interno x 851 mm (33,5 pulgadas) de ancho
En enero del 1940 un gigante llegó a la Antártida. Se trataba de un vehículo totalmente diferente a cualquier otro construido hasta la fecha. Sus dimensiones eran inmensas: 16.75 metros de largo, 4.5 de altura y 6.10 de ancho. Aunque no se había podido comprobar su comportamiento sobre la nieve o el hielo, su creador estaba convencido de que sería capaz de recorrer miles de kilómetros sobre ellos propulsado por sus 4 ruedas de 3 metros de diámetro. Había llegado el momento de comprobar si el Snow Cruiser pasaría a la historia como una revolucionaria invención, o como uno de los más ingenuos fracasos.
La Segunda Guerra Mundial era ya
inminente, en 1939, cuando el Contralmirante Richard E. Byrd ultimaba
los planes para su tercera expedición privada a la Antártida. Una
expedición alemana llevaba un año explorando la costa antártica dentro
del cuadrante africano. Aunque, supuestamente, la expedición tenía fines
científicos, los americanos sospechaban que su verdadero objetivo era
el establecimiento de una base para posteriormente proclamar la
soberanía alemana sobre la zona.
Byrd no
era el único americano que preparaba una expedición, había otros dos
más, Richard Black y Finn Ronne. Finalmente, el gobierno americano se
implicó en el proyecto y decidió financiar una expedición conjunta a la Antártida, Byrd fue colocado al frente de ella. Esta expedición dispondría de muchos más medios económicos y técnicos que las anteriores.
Dispondría de dos campos base, trineos tirados por perros, soporte y
reconocimiento aéreo, radio, excavadoras y tractores para transportar
los suministros.
Al poco de iniciarse los preparativos, Thomas C. Poulter, un veterano de la segunda expedición de Byrd, ideó un nuevo concepto de transporte. Se trataba de una unidad de exploración móvil, auto-suficiente y dotada de una gran autonomía, lo que la hacía adecuada para trabajar en el interior del continente helado. Poulter, físico de profesión, se había convertido en una figura reputada cuando en el invierno de 1934 rescató a Byrd, después de recorrer con un tractor 160 kilómetros atravesando una gran ventisca y sufriendo temperaturas de hasta 57 grados bajo cero.
Poulter estaba convencido que el futuro de la exploración polar pasaba por los vehículos terrestres. Si bien, los aviones eran adecuados para cubrir grandes distancias, su uso estaba limitado, especialmente por el tiempo. Anteriormente, Shackleton y Charcot, entre otros, habían probado algunos vehículos a motor, que intentaban reemplazar los perros como fuerza motriz de los trineos, sin embargo, todos los intentos habían sido un fracaso. Aunque los trineos tirados por perros eran demasiado lentos, los vehículos a motor que se habían probado hasta la fecha eran, además de lentos, poco fiables.
Al poco de iniciarse los preparativos, Thomas C. Poulter, un veterano de la segunda expedición de Byrd, ideó un nuevo concepto de transporte. Se trataba de una unidad de exploración móvil, auto-suficiente y dotada de una gran autonomía, lo que la hacía adecuada para trabajar en el interior del continente helado. Poulter, físico de profesión, se había convertido en una figura reputada cuando en el invierno de 1934 rescató a Byrd, después de recorrer con un tractor 160 kilómetros atravesando una gran ventisca y sufriendo temperaturas de hasta 57 grados bajo cero.
Poulter estaba convencido que el futuro de la exploración polar pasaba por los vehículos terrestres. Si bien, los aviones eran adecuados para cubrir grandes distancias, su uso estaba limitado, especialmente por el tiempo. Anteriormente, Shackleton y Charcot, entre otros, habían probado algunos vehículos a motor, que intentaban reemplazar los perros como fuerza motriz de los trineos, sin embargo, todos los intentos habían sido un fracaso. Aunque los trineos tirados por perros eran demasiado lentos, los vehículos a motor que se habían probado hasta la fecha eran, además de lentos, poco fiables.
El Snow Cruiser en la Antártida. Original Revista Wings.
Poulter propuso una serie de requerimientos para el que, según él, sería el transporte antártico ideal. Según Poulter, tendría que disponer de una autonomía de entre 6.500 y 9.500 kilómetros y ser capaz de atravesar grietas en el hielo de hasta 4.6 de ancho. Además, debería de poder transportar medios para la observación aérea, un pequeño avión cargado en el techo
del vehículo, tal vez. Poder viajar todo el año y de forma
ininterrumpida durante las 24 horas del día, moviéndose a no menos de 8km/h, a poder ser, el doble.
En
caso de tener que detenerse, su consumo debería reducirse al mínimo,
sólo la comida de la tripulación, y el gasóleo necesario para la
calefacción. En total, debería poder albergar una tripulación de 4 o 6 miembros,
con habitáculos para dormir, comer y realizar experimentos científicos.
La unidad no debería depender de un campo base, y ser capaz de
transportar todas las provisiones para, por lo menos, un año. En caso de
emergencia, debería permitir a la tripulación alcanzar la costa, donde
abundaban las focas para alimentarse y cualquier barco los podría
rescatar. Las ventiscas tampoco
deberían suponer ningún tipo de problema, bastaría con detenerse y
encarar el vehículo hacia el viento. Por último, el vehículo tenía que
estar equipado con equipos de radios para estar en contacto permanente
con los Estados Unidos.
Poulter, en aquellos tiempos, ocupaba el
cargo de director de la Armour Foundation, una fundación privada que
financiaba proyectos científicos. Como director, su opinión tenía un
peso importante a la hora de decidir a qué proyectos se aportaba fondos.
El diseño de un vehículo capaz de desplazarse sobre la nieve fue uno de
los primeros que se consideraron. Cuando en 1939, Byrd recibió el
encargo de la misión de exploración antártica, Poulter no tardó en
ofrecerse, sin ningún coste para el gobierno, para diseñar un “crucero” para la nieve. Lo único que necesitaba era una tripulación y soporte logístico para llevar la máquina hasta el destino de su misión.
Una
vez llegado a un acuerdo con el gobierno, Poulter aprovechó el interés
que la exploración antártica había despertado entre los americanos, para
reclutar a más de setenta compañías norteamericanas para colaborar con el proyecto.
Muy
probablemente, Poulter había empezado a idear su vehículo mucho antes,
seguramente, mientras todavía estaba en la Antártida. En discusiones con
sus colegas sobre la construcción de un laboratorio móvil, Poulter
siempre había defendido el uso de neumáticos, mientras que otros se habían mostrado más partidarios de algún tipo de vehículo oruga.
Poulter basó gran parte del diseño de su Antartic Snow Cruiser en las mediciones que él mismo había realizado
en sus anteriores expediciones a la Antártida. Según sus propios datos,
Poulter estaba convencido de que la nieve de la Antártida era capaz de soportar presiones de 210kPa, otros colegas, sin embargo, creían que la capacidad de carga era unas 30 veces menor. Poulter también había medido el gradiente de las pendientes y la anchura de las grietas que el vehículo se encontraría en la Antártida, estos datos fueron otro elemento clave en sus cálculos.
Las grietas en el hielo eran una de las mayores dificultades
a las exploradores antárticos se enfrentaban ya que les forzaban a dar
grandes rodeos para encontrar un paso. La longitud la base del vehículo
estuvo determinada por la anchura las grietas que tendría que superar.
Según, Poulter, su vehículo sería capaz de pasar por encima de fisuras de hasta 4.5 metros de anchura. Para ello, Poulter propuso una solución que era de las más ocurrentes que incorporaba su vehículo.
Las
ruedas estaban situadas bastante cerca del centro del vehículo, lo que
permitía que la carrocería sobresaliera unos 5 metros, tanto en la parte
delantera como trasera. Para superar una fisura,
el Cruiser debía retraer sus ruedas delanteras y reptar propulsado por
las traseras. Una vez las delanteras hubieran llegado al otro lado de la
grieta, se retraían las traseras y se extendían las delanteras.
Entonces, eran las ruedas delanteras las que tiraban del gigante hasta
que las traseras volvieran a estar sobre la nieve.
Una vez
acabado el diseño del Snow Cruiser, Poulter encargó su fabricación a la
Pullman Company, un conocido fabricante de material ferroviario de
Chicago. Tal vez, por eso, el vehículo final tenía un cierto aire de tren-cama.
El vehículo medía 16.75 metros de largo, 4.5 metros de altura y 6.10 de
ancho. El gigante descansaba sobre cuatro ruedas gigantes equipadas con
neumáticos. En su interior podían dormir 4 personas, y había un pequeño taller de soldadura, un cuarto obscuro, una cocina y una sala de control.
Tanto el cuarto de radio como el de navegación eran suficientemente
grandes para albergar a todos los miembros de la tripulación
simultáneamente. Aún así, sobraba espacio para guardar todas las provisiones necesarias para un año,
dos ruedas de repuesto y dos motores diésel, otros dos eléctricos, y
dos bombas hidráulicas. Los depósitos podían almacenar más de 16.000 litros de varios tipos de combustible.
Así hubiera atravesado el Snow Cruiser una grieta antártica. Original en Modern Mechanix.
La estructura del “Pingüino”, como también era conocido el Snow Cruiser, era de vigas de acero bajo en carbono,
material seleccionado por su resistencia a las bajas temperaturas. La
“piel” era de chapa de acero, escogido por ser un material ligero, según
los diseñadores. En cualquier caso, el peso total del crucero es
desconocido, y según las fuentes oscila entre las 24.5 y las 50 toneladas.
Mecánicamente
se trataba de una máquina compleja, pero versátil. Cada rueda giraba
propulsada por su propio motor eléctrico situado directamente en el eje.
Las ruedas podían retraerse hidráulicamente de manera que el crucero descansara sobre su “panza”, o bajadas para que esta se elevara un metro sobre el suelo. Para soportar el peso se barajó la opción de usar ruedas de 9 metros de diámetro,
aunque al comprobar que era imposible fabricarlas a tiempo, se optó por
unas de sólo 3 metros y 90cm de anchura, que Goodyear fabricaba para
vehículos de exploración en zonas pantanosas.
En sólo 11 semanas, no había tiempo para más, el Snow Cruiser estaba terminado. El coste total había sido de 150.000 dólares.
Sin tiempo para realizar grandes ensayos o pruebas, partió hacia
Chicago para ser exhibido en público durante un día. Incluso con escolta
policial, el trayecto por la calles de Chicago creó numerosos problemas
de tráfico. Las calles se llenaron de curiosos que querían ver el Pingüino, unos entusiasmados y otros que sólo se mofaban.
Los
problemas mecánicos hicieron imposible completar el primer trayecto con
éxito y el Snow Cruiser tuvo que volver a los talleres. Al día
siguiente, solucionados los problemas, el crucero pudo llegar al parque
de Chicago donde tenía que ser exhibido. Ahora sí, todos los sistemas
parecían funcionar bien. Antes de partir hacia Boston, Poulter aprovechó
para realizar algunas pruebas sobre el terreno. Según sus propios
análisis, la nieve de la Antártida tenía propiedades similares a la arena, así que decidió comprobar el comportamiento del vehículo en unas dunas cercanas a Chicago, sobre ondulaciones y pendientes. Las pruebas fueron todo un éxito y reforzaron la confianza de Poulter.
Uno de los incidentes durante su trayecto a Boston. Original Revista LIFE.
No había vuelta atrás, si algo fallaba no había tiempo para volver a la fábrica y modificarlo. El trayecto a Boston se convirtió en una especie de circo. El Snow Cruiser congregaba multitudes allí por donde pasaba.
El gigante viajaba escoltado por la policía y numerosos periodistas. En
las carreteras principales, la policía tenía que cortar el tráfico
porque el Snow Cruiser ocupaba ambos carriles. Los periódicos informaron
de un choque menor en Indiana y de su bautizo de nieve
en Fort Wayne. El incidente más serio ocurrió en Ohio, cuando el
vehículo cayó al pasar por un puente, que era poco más ancho que él, al
arroyo que pasaba por debajo.
El resto del viaje estuvo marcado por una multitud de pequeños problemas mecánicos:
la rotura de una rueda, problemas con los circuitos del aceite o el
recalentamiento del sistema de frenos, que ardió, bajando una pendiente.
Aunque no se produjeron daños graves, sí que se tuvieron que realizar
numerosos ajustes, que llevaron su tiempo.
Finalmente, el 13 de noviembre el Snow Cruiser llegó a Boston, había recorrido una media de 240 kilómetros al día.
A la mañana siguiente fue embarcado en el North Star, y al día
siguiente empezaba su camino hacia la Antártida. El trayecto se
aprovechó para realizar algunas reparaciones necesarias, revisar el
sistema hidráulico y preparar el vehículo para su travesía antártica. Se
instalaron brújulas giroscópicas, pequeños generadores, el equipamiento
de la cocina y el de la sala de máquinas, también se equiparon las
zonas de descanso y las de día. Las bajas temperaturas y el estado del
mar hacían que los trabajaros avanzaran lentamente.
A principios de enero de 1940, el Snow Cruiser llegó a su destino.
La maniobra de desembarco fue un tanto difícil, se tuvo que construir
una rampa con madera y acero, y el Cruiser casi cae al suelo desde ella.
Pero lo peor estaba por llegar, bastó un corto trayecto sobre la nieve
para comprobar que algunas de las suposiciones hechas sobre el comportamiento de la nieve no eran exactas. Las ruedas, sin dibujo, giraban sin control y se hundían en la nieve, para sorpresa de Poulter, la nieve no era compacta, sino que estaba bastante blanda y suelta.
Los siguientes intentos por seguir avanzando aún dieron peores resultados. Las ruedas se hundían aún más,
60cm, y el Cruiser quedó bloqueado. La única opción que quedó fue
colocar tablones bajo las ruedas. A ratos, la situación mejoraba, si la
nieva era más dura, pero al poco el Cruiser volvía a quedar atrapado en
la nieve.
Sección en la que se puede ver las literas y la cabina de control. Original Wings Magazine.
En esta se puede ver la “sala de estar”, cocina y motores. Original Wings Magazine.
Para intentar mejorar la situación, la tripulación instaló cadenas en las ruedas traseras e instaló las dos ruedas de recambio en el eje delantero,
se aumentó, así, la superficie de contacto y la tracción. Se
intentaron, también, diferentes ajustes eléctricos, pero el ritmo seguía
siendo extremadamente lento, se intentaba avanzar, se retrocedía, se
volvía a intentar avanzar, hasta que los motores se recalentaban. En uno de los últimos intentos de ese verano, el Cruiser tardó 15 horas en cubrir una distancia de kilómetro y medio.
Analizando la nieve que quedaba aplastada tras el paso del vehículo,
Poulter comprobó que esta no era capaz de soportar más de 20kPa, mucho
menor de la que él había calculado.
El 24 de enero, el North Star
estaba listo para partir y Poulter, reacio, tuvo que abandonar su
vehículo en la nieve con la convicción que no podría funcionar de manera
satisfactoria a no ser que realizaran modificaciones importantes que no se podían hacer en el campo.
Poulter dio instrucciones a la tripulación para que volvieran a
intentarlo cuando el tiempo y la nieve se volvieran más fríos. Para
entonces los periódicos ya habían empezado a perder su entusiasmo por el
Snow Cruiser, unos le llamaban “completo fracaso”, otros “dinosaurio sobre ruedas”
Con
la llegada del frio la tripulación volvió a intentar poner en
movimiento el gigante aunque sin éxito. El último intento fue a
principios de primavera y, para sorpresa de todos, sobre la nieve dura el gigante se movía mucho mejor.
Esta vez no se hundió tanto como las otras veces. La tripulación lo
celebró abriendo una botella de brandy. A la mañana siguiente, se
demostró que la celebración había sido un tanto prematura, los circuitos
hidráulicos estaban atascados, pero peor fue comprobar que después de
limpiarlos el Cruiser volvía a hundirse en la nieve, pero además como no
lo había hecho nunca antes, esta vez tan profundamente que parecía imposible que pudiera volverse a mover. Pese a que la temperatura era de 54 grados bajo cero, la nieve era diferente que la del día anterior. Al atasco se sumó una serie de averías en las bombas, los fusibles,…
Era
obvio que el Snow Cruiser había dado sus últimos pasos sobre la nieve.
La máxima distancia que había cubierto eran 154km, todos marcha atrás,
pues la tripulación había descubierto que yendo marcha atrás mejoraba la tracción.
Atascado como estaba, el Snow Cruiser demostró cuáles eran sus verdaderas virtudes, sus cómodos y cálidos habitáculos.
El refrigerante del motor se hacía circular por los radiadores de la
cabina para calentarla. Se trataba de un sistema de calefacción que
funcionaba bastante bien, a la tripulación les bastaban unas mantas ligeras para dormir.
Durante el invierno antártico, los científicos aprovecharon el tiempo
haciendo algunos experimentos sismológicos, mediciones de rayos cósmicos
y tomando muestras del hielo a diferentes profundidades.
A
principios de 1941, la falta de fondos provocó la cancelación de la
misión y con ella el retorno de la expedición a Estados Unidos. El Snow Cruiser quedó solo y abandonado
a la espera de que el Congreso destinara los fondos necesarios para las
modificaciones necesarias para que recuperara su movilidad. Sin
embargo, esos fondos nunca llegaron y no se volvió a saber nada del Pingüino hasta que en 1958, otra expedición volvió a toparse con él.
Aunque estaba cubierto por una buena capa de nieve, una caña de bambú
marcaba su posición y ayudó a encontrarlo. La expedición pudo medir la
cantidad de nieve había caído desde su abandono, al final, el Snow
Cruiser había servido de algo útil para la ciencia. El interior se encontraba tal como lo había dejado su tripulación, periódicos, revistas y cigarrillos estaban dispersos por su interior.
Preparándose para descargar el Snow Cruiser. Original US National Archives.
Esta fue la última vez que alguien vio el Snow Cruiser, las expediciones posteriores no encontraron ni rastro de él. Se especuló sobre la posibilidad de que la Unión Soviética lo hubiera rescatado
y se lo hubiera llevado, hubiera tenido su mérito, porque los
soviéticos se habrían encontrado con las mimas dificultades para
moverlo. Sin embargo, parece ser que lo más probable es que se
encuentre en el fondo del océano o enterrado bajo una buena capa de
hielo y nieve. Las plataformas de hielo antártico se encuentran en
constante movimiento hacia el mar. A mediados de la década de 1960, una
parte bastante considerable de la Barrera de Hielo de Ross,
en la que se encontraba el Snow Cruiser se desprendió y quedó a la
deriva. La rotura ocurrió muy cerca de la base americana de Little America, pero se desconoce en qué lado estaba el Snow Cruiser.
¿Qué es lo que falló en el Snow Cruiser para fracasar de manera tan estrepitosa?
Sin duda, se trataba de un diseño demasiado ambicioso para su tiempo.
Los intentos anteriores con vehículos de ruedas sobre la nieve habían
tenido poco éxito, y eso que se trataba de vehículos mucho más pequeños.
Las ruedas funcionaban bien sobre el hielo, pero no sobre la nieve, sin
embargo, no se tenía una idea clara de el porqué. Poulter había visto
como los vehículos oruga se desenvolvían bien sobre la nieve, y creía
que unas ruedas adecuadas, y lo suficientemente grandes, podrían
distribuir el peso y minimizar la presión sobre la nieve de manera
similar a como lo hacían las cadenas.
En la década de los 20 y
30, se habían producido avances significativos en el diseño de vehículos
con ruedas capaces de moverse por las arenas del desierto. Se sabía que
las ruedas grandes eran más eficientes que las pequeñas, y que a menores presiones los neumáticos trabajaban mejor.
Aunque Poulter, tal vez, no conociera estos datos, sus propios
resultados de unas pruebas en unas dunas de arena en Indiana le
proporcionaron una falsa sensación de seguridad y confianza. El propio
Poulter cuando comprobó en la Antártida que el vehículo se hundía, se
preguntó si la nieve era más blanda de lo que él había medido 10 años antes.
Estudios posteriores concluyeron que para el tipo los neumáticos disponibles en su época, el Snow Cruiser era demasiado pesado. Incluso con ruedas dobles, la carga por neumático resultaba excesiva
sobre la nieve. Tal vez, si en vez de construir un Cruiser inspirado en
un vagón de pasajeros, se hubiera construido usando técnicas propias
del diseño de aviones, el Snow Cruiser hubiera llegado más lejos.
No
es de extrañar que tras su rotundo fracaso, las ideas del Cruiser no
fueran aplicadas en el diseño de otros vehículos para la nieve
posteriores. Durante años los vehículos más eficientes siguieron siendo
los de tipo oruga, siendo los vehículos con ruedas muy poco usados y
sólo para desplazamientos cortos, sin alejarse demasiado de las bases.
Como era de esperar, el fracaso del Snow Cruiser supuso una gran decepción personal,
una experiencia traumática, para Poulter. Aunque Poulter era una
persona fuerte, de las que no les gusta atomentarse con los errores del
pasado, y acabó superándolo. Tal vez, por eso, su carrera profesional no
se resintió, y en 1948 se incorporó a un prestigioso centro de
investigación en California, en el que trabajaría hasta su muerte en
1978.
Más información:
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