Las calizas de Solnhofen, en el sur de Alemania, han conservado
con un detalle increíble fósiles del Jurásico tan
emblemáticos como los del ave primitiva Archaeopteryx.
Animales de todo tipo, desde medusas hasta cocodrilos,
morían y se hundían en el fondo de lagunas de agua salada.
Algunas presas se quedaban literalmente atascadas
en las fauces de su depredador para toda la eternidad,
preservadas en el barro sin oxígeno. El Pterosaurio Rhamphorhynchus
es uno de los más abundantes en la zona.
Cinco ejemplares de este pequeño reptil volador con
cola en forma de rombo aparecen asociados a un inesperado
compañero, un pez de más de medio metro
clasificado como Aspidorhynchus.
¿Por qué se fosilizaron
juntos, con la boca del pez en contacto con las
alas del Pterosaurio? Según los paleontólogos E. Frey
y H. Tischlinger, sus finos y apretados dientes se quedaban
atrapados en la densa red de fibras del ala del dino,
formadas por un tejido muy complejo. En el ejemplar de
pez-muerde-a-pterosaurio más espectacular, el Rhamphorhynchus
lleva un pececillo intacto aún en el gaznate
y restos de pescado a medio digerir en el estómago. Los
expertos proponen que tales reptiles voladores pescaban
planeando muy cerca de la superficie del agua, como
algunas aves modernas. Justo entonces eran atacados
desde abajo por los Aspidorhynchus. El Pterosaurio se acababa ahogando y el pez, al no poder desengancharse,
moría agotado.









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