En 2009 salió a la luz la historia de Natasha Mikhailova,
una niña siberiana que al poco de nacer fue rechazada por
sus padres y confinada a convivir con unos perros en una
azotea. Durante dos años, sus progenitores no le hablaron
ni le dieron de comer, y no tuvo contacto con otros humanos
ni con el mundo exterior. Lo que ocurrió después fue que Natasha dejó de hablar y empezó a ladrar, a beber con la
lengua y a caminar a cuatro patas. El cariño y conocimientos
que sus padres le negaron lo encontró en los perros. En
la actualidad reside en un centro de rehabilitación social.









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