En 1996, el niño de cuatro años Iván Mishukov,
originario de Reutov, en los suburbios de la capital, cansado
de los malos tratos y la falta de atención de su madre,
demasiado centrada en su novio alcohólico, decidió lanzarse
a vivir en la calle antes que soportar lo que tenía en
casa. La estrategia de Iván funcionó. Se dedicaba a pedir
comida a los viandantes y luego la compartía con las manadas
de perros salvajes que vivían en su zona. Así logró
convertirse en su líder del grupo y dormía por las noches
protegido por sus nuevos amigos. Ya no tenía que preocuparse
del peligro de morir congelado ni de defenderse de
los ladrones, pues contaba con un ejército dispuesto a
dar su vida por él. Encontró en los cánidos el afecto
y la seguridad que su madre no supo darle.
Iván vivió durante dos años junto con sus fieles
amigos. Cuando en 1998 la policía tuvo
noticia del caso, los agentes intentaron
varias veces rescatar a Iván, pero les fue
imposible, ya que los perros lo defendían.
Finalmente lograron separarlo de la manada
atrayendo a los animales a las puertas de un restaurante
donde habían dejado comida. Iván pasó un
tiempo en el albergue para niños de Reutov y luego empezó
a ir a la escuela, donde se adaptó de buen grado. No le
resultó complicado, pues cuando se escapó de casa ya sabía
hablar, una ventaja que no se da en otros niños salvajes. Poco
después, el pequeño Iván se fue a vivir con una familia de
adopción, cuya identidad no ha sido revelada.









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